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17 de agosto de 2017


Lecturas de la Santa Misa

JUEVES DE LA SEMANA XIX DEL TIEMPO ORDINARIO
FERIA



ANTÍFONA DE ENTRADA     Sal 77, 23-25
Abrió Dios las compuertas del cielo e hizo llover sobre ellos el maná para que lo comieran; les dio un trigo celeste, y el hombre comió pan de ángeles.

ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que llevaste a cabo la obra de la redención humana por el misterio pascual de tu Unigénito, concede, benigno, que quienes anunciamos llenos de fe por medio de los signos sacramentales, su muerte y resurrección, experimentemos un continuo aumento de tu salvación. Por nuestro Señor Jesucristo...

PRIMERA LECTURA
El arca de la alianza pasará el Jordán delante de ustedes.
Del libro de Josué: 3, 7-10. 11. 13-17
En aquellos días, el Señor le dijo a Josué: "Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que estoy contigo, lo mismo que estuve con Moisés. Ordena a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza que se detengan en cuanto lleguen a la orilla del agua del Jordán". Josué les dijo a los israelitas: Acérquense a escuchar las palabras del Señor, su Dios". Y prosiguió: "En esto conocerán que el Dios vivo está en medio de ustedes y que destruirá ante sus ojos a los cananeos: El arca de la alianza del Señor de toda la tierra va a pasar el Jordán delante de ustedes y, en cuanto los pies de los sacerdotes que llevan el arca de la alianza del Señor de toda la tierra toquen el Jordán, las aguas que van hacia abajo seguirán corriendo y las que vienen de arriba se detendrán, formando un muro".
Así pues, el pueblo salió de su campamento para cruzar el Jordán, encabezado por los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza. En cuanto éstos tocaron con sus pies las aguas del Jordán (que baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la siega), las aguas que venían de arriba se detuvieron y formaron un solo bloque en una gran extensión desde el pueblo de Adam, hasta la fortaleza de Sartán; entre tanto, las aguas que bajaban hacia el mar Muerto, desaparecieron por completo y el pueblo cruzó el Jordán, frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza del Señor se detuvieron en medio del Jordán, que había quedado seco, mientras todo el pueblo de Israel cruzaba por el cauce vacío.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 113a, 1-2. 3-4. 5-6
R/. Bendigamos al Señor.

Al salir Israel de Egipto,
al salir Jacob de un pueblo bárbaro,
Judá fue santuario de Dios,
Israel, su dominio. R/.

Al verlos, el mar huyó,
el Jordán se echó para atrás;
los montes saltaron como carneros
y las colinas como corderos. R/.

¿Qué te pasa, mar, que huyes?
¿Y a ti, Jordán, que te echas para atrás?
¿Y a ustedes, montes, que saltan como carneros?
¿Y a ustedes, colinas, que saltan como corderos? R/.


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO     Sal 118, 135
R. Aleluya, aleluya.
Señor, mira benignamente a tus siervos y enséñanos a cumplir tus mandamientos. R/.

EVANGELIO
No te digo que perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Del santo Evangelio según san Mateo: 18, 21-19, 1

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: "Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete".
Entonces Jesús les dijo: "El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron, le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: 'Págame lo que me debes'. El compañero se le arrodilló y le rogaba: `Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contarle al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: 'Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?' Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes si cada cual no perdona de corazón a su hermano". Cuando Jesús terminó de hablar, salió de Galilea y fue a la región de Judea que queda al otro lado del Jordán.
Palabra del Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, al celebrar el memorial de nuestra salvación, imploramos humildemente tu clemencia, a fin de que este sacramento de amor sea para nosotros signo de unidad y vínculo de caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN     Jn 6, 51-52
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor. El que coma de este pan vivirá Eternamente. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios nuestro, que la participación en este banquete celestial nos santifique, de modo que, por la recepción del Cuerpo y la Sangre de Cristo, se estreche entre nosotros la unión fraterna. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.



COMENTARIO

SANTA FAUSTINA KOWALSKA (1905-1938), RELIGIOSA. DIARIO ÍNTIMO, § 163

« ¿NO DEBÍAS TÚ TAMBIÉN TENER COMPASIÓN DE TU COMPAÑERO, COMO YO TUVE COMPASIÓN DE TI?»

Deseo transformarme toda entera en tu misericordia y ser así un reflejo de ti, oh Señor; que el más grande de tus atributos divinos, tu insondable misericordia, pase a través de mi alma y mi corazón hasta el prójimo.

Ayúdame, Señor, a fin que mis ojos sean misericordiosos, para que no sospeche jamás ni juzgue según las apariencias exteriores, sino que sepa ver la belleza en el alma de mi prójimo y le ayude.

Ayúdame, Señor, a que mis oídos sean misericordiosos y me interese por las necesidades de mi prójimo y no me quede indiferente ante sus dolores y sus quejas.

Ayúdame, Señor, para que mi lengua sea misericordiosa a fin que jamás diga mal de mi prójimo, sino que tenga para cada uno una palabra de consuelo y de perdón.

Ayúdame, Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas acciones para que sepa hacer el bien a mi prójimo y sepa escoger para mí los trabajos más pesados y más desagradables.

Ayúdame, Señor, para que mis pies sean misericordiosos, para que me apresure a socorrer a mi prójimo dominando mi propia fatiga y mi pereza. Que mi verdadero descanso sea servir a mi prójimo.

Ayúdame, Señor, a que mi corazón sea misericordioso y así sienta en mí todos los sufrimientos de mi prójimo. Mi corazón no rechazará a nadie. Iré frecuentemente a encontrar a los que, incluso sé que van a abusar de mi bondad, y yo me encerraré en el Corazón misericordioso de Jesús. Callaré mis propios sufrimientos. Que tu misericordia descanse en mí, Señor mío.

Tú me ordenas que me ejercite en los tres grados de la misericordia; el primero, el acto misericordioso, cualquiera que sea; el segundo, la palabra misericordiosa –si no puedo ayudar con actos, ayudaré con la palabra; el tercero, la oración. Si no puedo ser testimonio de la misericordia ni con actos ni con palabras, siempre podré hacerlo con la oración. Envío mi oración incluso allá donde no puedo ir físicamente.

Oh Jesús mío, transfórmame en ti, tú que todo lo puedes.






COMENTARIO

SAN JUAN PABLO II ENCÍCLICA «DIVES IN MISERICORDIA» C. 7, §14 (TRAD. © LIBRERIA EDITRICE VATICANA)

«¿NO DEBÍAS, A TU REGRESO, COMPADECERTE DE TU COMPAÑERO?»

Si Pablo VI indicó en más de una ocasión la «civilización del amor» como fin al que deben tender todos los esfuerzos en campo social y cultural, lo mismo que económico y político, hay que añadir que este fin no se conseguirá nunca, si en nuestras concepciones y actuaciones, relativas a las amplias y complejas esferas de la convivencia humana, nos detenemos en el criterio del «ojo por ojo, diente por diente» (Ex 21,24; Mt 5,38), y no tendemos en cambio a transformarlo esencialmente, superándolo con otro espíritu.

Ciertamente, en tal dirección nos conduce también el Concilio Vaticano II cuando hablando repetidas veces de la necesidad de hacer el mundo más humano (GS 40), individúa la misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo precisamente en la realización de tal cometido. El mundo de los hombres puede hacerse cada vez más humano, únicamente si introducimos en el ámbito pluriforme de las relaciones humanas y sociales, junto con la justicia, el «amor misericordioso» que constituye el mensaje mesiánico del evangelio.

El mundo de los hombres puede hacerse «cada vez más humano», solamente si en todas las relaciones recíprocas que plasman su rostro moral introducimos el momento del perdón, tan esencial al evangelio. El perdón atestigua que en el mundo está presente el amor más fuerte que el pecado. El perdón es además la condición fundamental de la reconciliación, no sólo en la relación de Dios con el nombre, sino también en las recíprocas relaciones entre los hombres. Un mundo, del que se eliminase el perdón, sería solamente un mundo de justicia fría e irrespetuosa, en nombre de la cual cada uno reivindicaría sus propios derechos respecto a los demás; así los egoísmos de distintos géneros, adormecidos en el hombre, podrían transformar la vida y la convivencia humana en un sistema de opresión de los más débiles por parte de los más fuertes o en una arena de lucha permanente de los unos contra los otros.

Por esto, la Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales—en cada etapa de la historia y especialmente en la edad contemporánea—el de proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado en sumo grado en Cristo Jesús.






COMENTARIO

SAN FRANCISCO DE ASÍS (1182-1226), FUNDADOR DE LOS HERMANOS MENORES. CARTA A UN RESPONSABLE FRANCISCANO.

«SETENTA VECES SIETE»

¡Que el Señor te bendiga! Voy a explicarte, como pueda, tu caso de conciencia. ¿Hay unas preocupaciones o personas –hermanos u otras personas- que te impiden amar al Señor Dios? Pues bien..., ama a los que te fastidian. A no ser que el Señor te indique lo contrario, no exijas que ellos cambien de actitud con respecto a ti. Losa debes amar tal como son...

Con esto reconoceré que amas al Señor, y que me amas a mí, su servidor y el tuyo: si cualquier hermano del mundo, después de haber pecado cuanto es posible pecar, puede encontrarse con tu mirada, pedir tu perdón e irse perdonado. Si no te pide perdón, pregúntale tú si quiere ser perdonado. Y aunque después de esto pecara mil veces contra ti, ámale todavía más de lo que me amas a mí, y todo ello para llevarlo al Señor. Ten siempre compasión de estos desgraciados. Y cuando se presente la ocasión haz saber a los guardianes [de nuestras comunidades] tu firme resolución de actuar así.