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8 de junio de 2015


Lecturas y Evangelio del Día

LUNES DE LA SEMANA X DEL TIEMPO ORDINARIO
FERIA


PRIMERA LECTURA
Dios nos conforta para que nosotros podamos confortar a los demás en todos sus sufrimientos.
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios 1,1-7

Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Timoteo, hermano nuestro, deseamos a la Iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los cristianos que viven en la provincia de Acaya, la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre lleno de misericordia y Dios que siempre consuela. Él es quien nos conforta en nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos también confortar con la misma fuerza que recibimos de Dios, a los que se encuentran atribulados.
Porque así como participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo, así, por medio de Cristo, recibimos también un gran consuelo. Por eso, si sufrimos, es para consuelo y salvación de ustedes; si somos consolados, es también para consuelo de ustedes, para que puedan soportar con paciencia los mismos sufrimientos que nosotros soportamos.
Tenemos, pues, una firme esperanza en ustedes, porque sabemos que, así como ustedes son nuestros compañeros en el sufrimiento, también lo serán en el consuelo.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R/. Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.

Bendeciré al Señor a todas horas,
no cesará mi boca de alabarlo.
Yo me siento orgulloso del Señor,
que se alegre su pueblo al escucharlo. R/.

Proclamemos la grandeza del Señor
y alabemos todos juntos su poder.
Cuando acudí al Señor, me hizo caso
y me libró de todos mis temores. R/.

Confía en el Señor y saltarás de gusto,
jamás te sentirás decepcionado,
porque el Señor escucha el clamor de los pobres
y los libra de todas sus angustias. R/.

Junto a aquellos que temen al Señor
el ángel del Señor acampa y los protege.
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
Dichoso el hombre que se refugia en Él. R/.


EVANGELIO
Dichosos los pobres de espíritu.
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles y les dijo: "Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes".
Palabra del Señor.



COMENTARIO

SAN CROMACIO DE AQUILEA (?- 407), OBISPO. SERMÓN 39; CCL 9A, 169-170

« LA LEY SE DIO POR MOISÉS, LA GRACIA Y LA VERDAD VINIERON POR MEDIO DE JESUCRISTO» (JN 1,17)

Es justo que la ley nueva se predique en una montaña, ya que la ley de Moisés fue dada en un monte. Ésta consta de diez preceptos, destinados a iluminar y reglamentar la vida presente; aquella consta de ocho bienaventuranzas, ya que conduce a sus seguidores a la vida eterna y a la patria celestial.

«Dichosos los sufridos porque ellos heredarán la tierra». Por tanto, los sufridos han de ser de carácter tranquilo y sinceros de corazón. Que su mérito no es irrelevante lo evidencia el Señor cuando añade: «Porque ellos heredarán la tierra». Se refiere a aquella tierra de la que está escrito: «Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida» (sl 26,13). Así pues, heredar esa tierra equivale a heredar la inmortalidad del cuerpo y la gloria de la resurrección eterna. Porque la mansedumbre no sabe de soberbia, ignora la jactancia, desconoce la ambición. Por eso, no sin razón exhorta en otro lugar el Señor a sus discípulos diciendo: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso (Mt 11,29).

«Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados». No los que lloran la pérdida de un ser querido, sino los que lloran los propios pecados, los que con lágrimas lavan sus delitos; y sin duda los que lamentan la iniquidad de este mundo o lloran los pecados ajenos.






COMENTARIO

SAN JUAN CRISÓSTOMO (345?-407), PRESBÍTERO EN ANTIOQUÍA, DESPUÉS OBISPO DE CONSTANTINOPLA, DOCTOR DE LA IGLESIA. HOMILÍA SOBRE LA SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS, 12,4; PG 61, 486-487

“ALÉGRENSE Y REGOCÍJENSE ENTONCES, PORQUE USTEDES TENDRÁN UNA GRAN RECOMPENSA”

Únicamente los cristianos valoran las cosas en su justa apreciación y no tienen los mismo motivos para alegrarse o entristecerse de ellos que el resto de los humanos. A la vista de un atleta herido, llevando en su cabeza la corona de vencedor, aquel que nunca ha practicado deporte considerará únicamente el hecho las heridas y el sufrimiento. No se imagina la felicidad que proporciona la corona. Así reacciona la gente de la que hablamos. Saben que nosotros padecemos pruebas, pero ignoran por qué las padecemos. No miran más que nuestros sufrimientos. Ven las luchas en las que estamos comprometidos y los peligros que nos acechan. Pero las recompensas y las coronas les quedan ocultas, al igual que la razón de nuestros combates. Como lo afirma San Pablo: “...nos consideran pobres, pero enriquecemos a muchos, no tenemos nada, pero lo poseemos todo.” (cf 2Cor 6,10)...

¡Soportemos con valentía la prueba por causa de Cristo por los que nos contemplan en el combate; soportémosla con alegría! Si ayunamos, saltemos de gozo como si estuviéramos rodeados de delicias. Si nos ultrajan, dancemos con alegría como si estuviéramos colmados de alabanzas. Si sufrimos daños, considerémoslo como una ganancia. Si damos a los pobres, convenzámonos que recibimos más... Ante todo, acuérdate que combates por el Señor Jesucristo. Entonces, entrarás con ánimo en la lucha y vivirás siempre en la alegría, ya que nada nos hace más feliz que una buena conciencia.