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1 de julio de 2015


Lecturas y Evangelio del Día

MIÉRCOLES DE LA SEMANA XIII DEL TIEMPO ORDINARIO
FERIA


PRIMERA LECTURA
El hijo de esa esclava no compartirá la herencia con mi hijo Isaac.
Del libro del Génesis: 21, 5. 8-20

Abraham tenía cien años, cuando le nació su hijo Isaac. El chico creció y lo destetaron. Y Abraham dio un gran banquete el día que destetaron a Isaac.
Pero Sara vio que el hijo de Hagar, la egipcia, y de Abraham jugaba con Isaac; y dijo a Abraham: «Expulsa a esa criada y a su hijo; porque el hijo de esa criada no va a repartir la herencia con mi hijo Isaac.».
Abraham se llevó un disgusto, pues era hijo suyo. Pero Dios dijo a Abraham: «No te aflijas por el muchacho y la criada; haz todo lo que dice Sara, porque Isaac es quien continúa tu descendencia. También al hijo de la criada lo convertiré en un gran pueblo, pues es descendiente tuyo». Abraham madrugó, tomó pan y un odre de agua, se lo cargó a hombros de Hagar y la despidió con el muchacho.
Ella marchó y fue vagando por el desierto de Berseba. Cuando se le acabó el agua del odre, colocó al niño debajo de unas matas; se apartó y se sentó a solas, a la distancia de un tiro de arco. Pues se decía: «no puedo ver morir a mi hijo». Y se sentó aparte. El niño rompió a llorar; Dios oyó la voz del niño y el ángel de Dios llamó a Hagar desde el cielo, y le dijo: « ¿Qué te pasa, Hagar? No temas; porque Dios ha oído la voz del chico, allí donde está. Levántate, toma al niño y agárrale fuerte de la mano, porque haré que sea un pueblo grande». Dios le abrió los ojos, y divisó un pozo de agua; fue allá, llenó el odre y dio de beber al muchacho. Dios estaba con el muchacho, que creció, habitó en el desierto y se hizo un experto arquero.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 33, 7-8.10-11.12-13
R/. El Señor escucha el clamor de los pobres.

El Señor escucha el clamor de los pobres
y los libra de todas sus angustias.
Junto a aquellos que temen al Señor
el ángel del Señor acampa y los protege. R/.

Que amen al Señor todos sus fieles,
pues nada faltará a los que lo aman;
el rico empobrece y pasa hambre;
a quien busca al Señor, nada le falta. R/.

Escúchame, hijo mío:
voy a enseñarte cómo amar al Señor,
para que puedas vivir
y disfrutar la vida. R/.


EVANGELIO
¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 28-34

En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Desde el cementerio dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: ¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios ? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?
Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios le rogaron: Si nos echas, mándanos a la piara. Jesús les dijo: Id. Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua.
Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.
Palabra del Señor.



COMENTARIO

SAN BERNARDO (1091-1153), MONJE CISTERCIENSE Y DOCTOR DE LA IGLESIA. SERMÓN 17 SOBRE EL SALMO 90, § 4; PL 183, 252

DOS POSEÍDOS SALIERON DEL CEMENTERIO A SU ENCUENTRO

Con él estaré en la tribulación, dice el Señor... lo defenderé, lo glorificaré (Sal. 90,15); mis delicias están con los hijos de los hombres (Pr 8,31). Le pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros (Mt 1,23)... Descendió para ser acogido por aquellos corazones desamparados, para estar con nosotros en nuestra tribulación. Pero vendrá un día en que "seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, para estar con el Señor para siempre " (1Ts 4,17), no obstante si nos esforzamos en tenerle siempre con nosotros como compañero de camino, él nos dará a cambio la patria. Mejor: entonces él mismo será nuestra patria, con tal que ahora sea nuestro camino.

Pues es bueno para mí, Señor, estar atribulado, con tal que tú estés allí conmigo; esto me vale más que reinar sin ti, que regocijarme sin ti, estar sin ti en la gloria. Es mejor para mí estrecharme junto a ti en el desamparo, tenerte conmigo en el crisol, que estar sin ti, hasta en el mismo cielo. En efecto, "¿qué deseo en el cielo y qué deseo sobre la tierra si no a tí?" (Sal. 72,25) "El oro se prueba en el horno, y a las personas justas en la tribulación" (Si 2,5).

Tú estás en medio de los que se reúnen en tu nombre, como en otro tiempo con los tres jóvenes en el horno de Babilonia (Dn 3,92)... ¿Por qué pues tememos?... "¿Si Dios está con nosotros, quién estará contra nosotros?" (Rm 8,31) Si Dios nos libera de las manos de nuestros enemigos, quién podrá apartarnos de sus manos?






COMENTARIO

CONCILIO VATICANO II. CONSTITUCIÓN SOBRE LA IGLESIA EN EL MUNDO ACTUAL “GAUDIUM ET SPES”, § 12-13 (TRAD. © COPYRIGHT LIBRERIA EDITRICE VATICANA)

LA LIBERTAD HUMANA: “LA GENTE LE SUPLICARON QUE SE MARCHARA DE AQUELLA REGIÓN”

Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad, levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios. Conocieron a Dios, pero no le glorificaron como a Dios. Oscurecieron su estúpido corazón y prefirieron servir a la criatura, no al Creador (Rm 1,21-25). Lo que la Revelación divina nos dice coincide con la experiencia. El hombre, en efecto, cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males, que no pueden tener origen en su santo Creador. Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como a su principio, rompe el hombre la debida subordinación a su fin último, y también toda su ordenación tanto por lo que toca a su propia persona como a las relaciones con los demás y con el resto de la creación. Es esto lo que explica la división íntima del hombre. Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el hombre se nota incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas. Pero el Señor vino en persona para liberar y vigorizar al hombre, renovándole interiormente y expulsando al “príncipe de este mundo” (Jn 12,31), que le retenía en la esclavitud del pecado. El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia plenitud.

A la luz de esta Revelación, la sublime vocación y la miseria profunda que el hombre experimenta hallan simultáneamente su última explicación.