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27 de julio de 2014


Lecturas y Evangelio del Día

DOMINGO DE LA SEMANA 17 DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA

Del primer libro de los Reyes: 3, 5-13

Por haberme pedido sabiduría.

En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo: "Salomón, pídeme lo que quieras, y yo te lo daré".
Salomón le respondió: "Señor, tú trataste con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratando con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?" Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: "Por haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría para gobernar, yo te concedo lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti. Te voy a conceder, además, lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo".

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 118

R/. Yo amo, Señor, tus mandamientos.

A mí, Señor, lo que me toca
es cumplir tus preceptos.
Para mí valen más tus enseñanzas
que miles de monedas de oro y plata. R/.

Señor, que tu amor me consuele,
conforme a las promesas que me has hecho.
Muéstrame tu ternura y viviré,
porque en tu ley he puesto mi contento. R/.

Amo, Señor, tus mandamientos
más que el oro purísimo:
por eso tus preceptos son mi guía
y odio toda mentira. R/.

Tus preceptos, Señor, son admirables,
por eso yo los sigo.
La explicación de tu palabra da luz
y entendimiento a los sencillos. R/.


SEGUNDA LECTURA

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 8, 28-30

Nos predestina para que reproduzcamos en nosotros mismos la imagen de su Hijo.

Hermanos: Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios, de aquellos que han sido llamados por Él, según su designio salvador.
En efecto, a quienes conoce de antemano, los predestina para que reproduzcan en sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. A quienes predestina, los llama; a quienes llama, los justifica; y a quienes justifica, los glorifica.

Palabra de Dios.


EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 44-52

Vende cuanto tiene y compra aquel campo.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.
También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
¿Han entendido todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí". Entonces Él les dijo: "Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas".

Palabra del Señor.




COMENTARIO

VENDE CUANTO TIENE Y COMPRA AQUEL CAMPO.




El tesoro y la perla son parábolas gemelas, cuyo sentido expondremos conjuntamente. La primera tiene como protagonista a un obrero del campo palestinense que, al encontrar un tesoro, quiere quedarse con él, pero por la vía legal. Quiere comprar el campo porque, según la ley judía, así se convertía en el señor del suelo y del subsuelo. Por todos los medios quiere poseer el tesoro hallado aun a costa de vender o renunciar a todo lo demás. Todo carece de importancia en comparación con aquel tesoro.

El protagonista de la segunda parábola es un mercader de perlas. Para los orientales no existía cosa más preciosa y apreciada que las perlas. Cuando el mercader de la parábola encuentra una perla de excepcional valor vende cuanto posee para comprarla. Todo cuanto tiene carece de importancia en comparación con aquella perla.

Los dos protagonistas venden cuanto tienen para adquirir el tesoro y la perla respectivamente. De este denominador común ha querido deducirse que la enseñanza fundamental de las parábolas debe verse en la entrega incondicional que el Reino exige. Esto, sin embargo, no se pretende en primera línea en estas parábolas Las palabras decisivas para orientarnos en la interpretación doctrinal de su mensaje son los siguientes: llenos de alegría (v. 44). La alegría extraordinaria que conmueve al hombre ante el sensacional hallazgo, Alegría que lanza al hombre a la posesión de un bien ante el cual todos los demás pierden categoría y valor. Ninguno de sus esfuerzos y renuncias le parecerán excesivos.

Todo palidece ante el valor del Reino cuando ha sido descubierto, en plenitud. Nada puede compararse con él: la buena nueva fascina al hombre que la descubre. Por nada del mundo quiere perderlo. Como el jornalero que encuentra un tesoro o el mercader de perlas que se tropieza con una de excepcional valor. Ninguno de los dos compra para vender de nuevo o especular con lo comprado. Han encontrado algo que llena su vida y le da sentido. Así ocurre con el hallazgo del Reino. Sólo desde él la vida adquiere sentido.

La parábola de la red echada en el mar describe una escena arrancada de la vida diaria del mar de Galilea. La red echada en el mar se ha llenado de peces. La sacan a tierra y comienza la selección. El centro de gravedad de la parábola no está tanto en la red como en la selección que se hace después de la pesca, una selección que tiene escaso fundamento en la realidad, ya que prácticamente de todos los peces del mar de Galilea son comestibles; este rasgo ha sido introducido por el parabolista para orientarnos en la dirección en que debemos buscar la enseñanza.

La parábola de la red es eminentemente escatológica. Describe las realidades que tendrán lugar en los últimos días, en el último día. Antes no es posible la selección. Malos y buenos tienen que convivir o coexistir hasta el fin (la parábola está en la misma línea que la de la cizaña). La convivencia o coexistencia tienen que durar hasta el fin. Como los peces de todas clases están juntos en la red hasta que llega la selección.

También en el reino de Dios hay una última fase: la de la selección. Solamente entonces se manifestará con absoluta claridad la verdadera comunidad de los hijos de Dios, libre de la esclavitud, libre de todo lo malo, libre de lo aparentemente bueno, libre de los que parecían creer, libre de los que confesaban a Cristo con sus labios teniendo el corazón muy lejos de él, libre de los puritanismos farisaicos que no encajan en el espíritu del cristianismo y se aprovechan de él. Y cuantos no pertenezcan a la verdadera comunidad de los hijos de Dios quedarán excluidos de la vida, correrán la misma suerte que los peces de los que nos habla la parábola.



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