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13 de noviembre de 2007


Lecturas de la Santa Misa

LUNES DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO
FERIA



PRIMERA LECTURA
La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres. El espíritu del Señor llena toda la tierra.
Del libro de la Sabiduría: 1, 1-7
Amen la justicia, ustedes, los que gobiernan la tierra, piensen bien del Señor y con sencillez de corazón búsquenlo. Él se deja hallar por los que no dudan de él y se manifiesta a los que en él confían. Los pensamientos perversos apartan de Dios, y los insensatos, que quieren poner a prueba el poder divino, quedan en ridículo. La sabiduría no entra en un alma malvada, ni habita en un cuerpo sometido al pecado. El santo espíritu, que nos educa, y huye de la hipocresía, se aleja de la insensatez y es rechazado por la injusticia.
La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres, pero no dejará sin castigo al que blasfema, porque Dios conoce lo más íntimo del alma, observa atentamente el corazón y escucha cuanto dice la lengua. El espíritu del Señor llena toda la tierra, le da consistencia al universo y sabe todo lo que el hombre dice.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 138, 1-3. 4-6. 7-8. 9-10.
R/. Condúceme, Señor, por tu camino.

Tú me conoces, Señor, profundamente:
tú conoces cuándo me siento y me levanto,
desde lejos sabes mis pensamientos,
tú observas mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.

Apenas la palabra está en mi boca
y ya, Señor, te la sabes completa.
Me envuelves por todas partes
y tienes puesta sobre mí tu mano.
Ésta es una ciencia misteriosa para mí,
tan sublime, que no la alcanzo. R/.

¿A dónde iré yo lejos de ti?
¿Dónde escaparé de tu mirada?
Si subo hasta el cielo, allí estás tú;
si bajo al abismo, allí te encuentras. R/.

Si voy en alas de la aurora
o me alejo hasta el extremo del mar,
también allí tu mano me conduce
y tu diestra me sostiene. R/.


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO     Cfr. Flp 2, 15. 16
R. Aleluya, aleluya.
Iluminen al mundo con la luz del Evangelio reflejada en su vida. R/.

EVANGELIO
Si tu hermano te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo.
Del santo Evangelio según san Lucas: 17, 1-6

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No es posible evitar que existan ocasiones de pecado, pero ¡ay de aquel que las provoca! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla. Tengan, pues, cuidado.
Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo".
Los apóstoles dijeron entonces al Señor: "Auméntanos la fe". El Señor les contestó: "Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', y los obedecería".
Palabra del Señor.



COMENTARIO

SAN ASTERIO DE AMASEA (?- HACIA 410), OBISPO, HOMILÍA 13; PG 40, 355S

«SI TU HERMANO TE OFENDE… LO PERDONARÁS»

Vosotros que sois duros e incapaces de suavidad, aprended de la bondad de vuestro Creador y no seáis, para vuestros compañeros de servicio, jueces y árbitros amargos, esperando que venga el que va a desvelar los recovecos del corazón y él mismo, el amo todopoderoso, señalará a cada uno su lugar en la otra vida. No juzguéis severamente para que no seáis juzgados de la misma forma y traspasados por las palabras de vuestra propia boca como si fueran dientes agudos. Porque es contra esta clase de mal que parece nos quiere poner en guardia esta palabra del Evangelio: «No juzguéis y no seréis juzgados» (Lc 6,37). Al decir esto no quiere expulsar ni el discernimiento ni la sabiduría; lo que él llama juicio, es una condenación demasiado severa. Aligera, pues, tanto como te sea posible, el peso de tu medida si quieres que tus actos no pesen demasiado en la balanza cuando nuestra vida será pesada, como sobre una balanza, en el juicio de Dios… No rechaces ser misericordioso a fin que no seas tú excluido del perdón cuando tengas necesidad de él.






COMENTARIO

JUAN TAULERO (C. 1300-1361), DOMINICO EN ESTRASBURGO. SERMÓN 71, PARA TODOS LOS SANTOS

TÚ LE PERDONARÁS

«Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos encontrarán misericordia»(Mt 5,7). De la misericordia, se dice que en Dios sobrepasa todas sus obras; y por ello un hombre misericordioso es un hombre realmente divino, ya que la misericordia nace de la caridad y de la bondad. Y por esta razón, los verdaderos amigos de Dios son misericordiosos, acogiendo más a los pecadores y a quienes sufren que otros que no tienen esta caridad. Y como la misericordia nace de la caridad que debemos tener los unos con los otros…, si no la ejercemos, nuestro Señor, nos la demandará de forma especial el día del juicio…

La misericordia no consiste solamente en hacer donativos, sino que se ejerce también en consideración de todos los sufrimientos que puedan recaer sobre tu próximo. El que con todo esto, no declara a sus hermanos una auténtica caridad y una verdadera solidaridad en todas sus sufrimientos y que no cierra los ojos a los errores ajenos, con un sentimiento de misericordia, ese hombre ha de temer que Dios le niegue su misericordia, ya que «con la medida que tu midas, se te medirá a ti»(Mt 7,2).






COMENTARIO

SAN JUAN PABLO II, CARTA APOSTÓLICA DILECTI AMICI, A LOS JÓVENES, 31-03-1985

¡PALABRAS SEVERAS!

Os escribo todo esto para expresar la viva preocupación que siento por vosotros. Si, en efecto, debéis estar «siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere», entonces todo lo que amenaza esta esperanza debe suscitar preocupación. Y a todos aquellos que con tentaciones o ilusiones de signo vario intentan destruir vuestra juventud, no puedo menos de recordar las palabras de Cristo cuando habla del escándalo y de aquellos que lo provocan: «Ay de aquél por quien vengan los escándalos. Mejor fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojaran al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños» (Lc 17, 1s).

¡Palabras severas! Particularmente graves en la boca de aquel que vino a revelar el amor. Pero quien lee atentamente estas palabras del Evangelio, debe sentir cuán profunda es la antítesis entre el bien y el mal, entre la juventud y el pecado. Él debe darse cuenta de modo aún más claro de la importancia que tiene a los ojos de Cristo la juventud de cada uno y de cada una de vosotros. Ha sido precisamente el amor por los jóvenes el que ha dictado estas severas y graves palabras. Ellas contienen como un eco lejano del coloquio evangélico de Cristo con el joven al cual la presente Carta se refiere constantemente.