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25 de agosto de 2017


Lecturas de la Santa Misa

Memoria de San José de Calasanz



ANTÍFONA DE ENTRADA     Sal 131, 9
Que tus sacerdotes, Señor, se revistan de justicia, y tus fieles se llenen de júbilo.

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que adornaste de gran caridad y paciencia al presbítero san José de Calasanz para que entregara su vida a la educación de los niños en la ciencia y en la virtud, concédenos venerarlo como maestro de sabiduría e imitarlo en el servicio de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo...

PRIMERA LECTURA
Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.
Del libro de Rut: 1, 1. 3-8. 14-16. 22
En tiempo de los jueces, hubo hambre en el país de Judá y un hombre de Belén, llamado Elimélek, se fue a residir con Noemí, su esposa, y sus dos hijos a la región de Moab.
Murió Elimélek, y Noemí se quedó sola con sus dos hijos. Estos se casaron con dos mujeres moabitas: una se llamaba Orpá y la otra, Rut. Vivieron ahí unos diez años y murieron también los hijos de Noemí, Malón y Kilión, y ella se quedó sin hijos y sin esposo.
Entonces decidió abandonar los campos de Moab y regresar al país de Judá con sus dos nueras, porque oyó decir que el Señor había favorecido al pueblo y le daba buenas cosechas. Se pusieron, pues, en camino, para volver a la tierra de Judá. Entonces Noemí dijo a sus dos nueras: "Vuélvase cada una a casa de su madre. Que el Señor tenga piedad de ustedes, como ustedes la han tenido con mis hijos y conmigo".
Ellas rompieron a llorar y Orpá beso a su suegra, Noemí, y se volvió a su pueblo; pero Rut se quedó con su suegra. Entonces Noemí le dijo a Rut: "Tu concuña se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú también con ella". Pero Rut respondió: "No insistas en que te abandone y me vaya, porque a donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios".
Así fue como Noemí, con su nuera Rut, la moabita, regresó de los campos de Moab y llegó con ella a Belén, al comienzo de la cosecha de la cebada. Palabra de Dios.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 145,5-6ab. 6c-7. 8-9a. 9bc-10
R/. Alabaré al Señor toda mi vida.

Dichoso aquel que es auxiliado por el Dios de Jacob
y pone su esperanza en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto el mar encierra. R/.

El Señor siempre es fiel a su palabra,
y es quien hace justicia al oprimido;
Él proporciona pan a los hambrientos
y libera al cautivo. R/.

Abre el Señor los ojos de los ciegos
y alivia al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo
y toma al forastero a su cuidado. R/.

A la viuda y al huérfano sustenta
y trastorna los planes del inicuo.
Reina el Señor eternamente, reina tu Dios,
oh Sión, reina por siglos. R/.


ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO     Sal 24, 4. 5
R. Aleluya, aleluya.
Descúbrenos, Señor, tus caminos y guíanos con la verdad de tu doctrina. R/.

EVANGELIO
Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.
Del santo Evangelio según san Mateo: 22, 34-40

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a Él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?"
Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas".
Palabra del Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Contempla, Señor, los dones que presentamos en tu altar en la conmemoración de san José de Calasanz, y del mismo modo que, por estos santos misterios, le diste a él la gloria, concédenos también a nosotros tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN     Cfr. Lc 12, 42
Éste es el siervo fiel y prudente, a quien el Señor puso al frente de su familia, para darles a su tiempo la ración de trigo.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que esta mesa celestial, Dios todopoderoso, robustezca y aumente el vigor espiritual de todos los que celebramos la festividad de san José de Calasanz, para que conservemos íntegro el don de la fe y caminemos por el sendero de la salvación que él nos señaló. Por Jesucristo, nuestro Señor.



COMENTARIO

PAPA BENEDICTO XVI (ENCÍCLICA «DEUS CARITAS EST», 18 )

«TODO... DEPENDE DE ESTOS DOS MANDAMIENTOS»

Hay una interacción necesaria entre amor a Dios y amor al prójimo... Si en mi vida me falta completamente el contacto con Dios, jamás puedo ver en el otro más que el otro y no consigo reconocer en él la imagen divina. Si por el contrario, en mi vida descuido completamente la atención al otro, deseando solamente ser «piadoso» y cumplir con mis «deberes religiosos», entonces mi relación con Dios se seca. Cuando es así, esta relación es solamente «correcta» pero sin amor. Tan sólo mi disponibilidad de ir al encuentro del prójimo, a testimoniarle mi amor, me hace también sensible ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a ese Dios hecho para mí y según su propia manera de amarme.

Los santos –pongamos por ejemplo a la beata Teresa de Calcuta- en su encuentro con el Señor en la Eucaristía, han sacado toda su capacidad de amar al prójimo de manera siempre nueva y, recíprocamente, este encuentro ha adquirido todo su realismo y toda su profundidad precisamente gracias a su servicio a los otros.

Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, es un único mandamiento. Sin embargo, los dos viven del amor solícito de Dios que nos ha amado el primero. Así, no se trata ya de un «mandamiento» que nos prescribe algo imposible desde el exterior sino, por el contrario, de una experiencia de amor, dada desde el interior, un amor que, por su naturaleza, debe ser compartido con los otros. El amor crece con el amor. El amor es «divino» porque viene de Dios y nos une a Dios y, a través de este proceso de unificación, nos transforma en un Nosotros, que sobrepasa nuestras divisiones y nos hace llegar a ser uno hasta que, al final, Dios sea «todo en todos».





COMENTARIO

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO (1696-1787), OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA. OCTAVO DISCURSO PARA LA NOVENA DE NAVIDAD.

«EL GRANDE Y PRIMER MANDAMIENTO»

Para poder amar mucho a Dios en el cielo, es necesario, en primer lugar, amarlo mucho en la tierra. El grado de nuestro amor a Dios, al final de nuestra vida, será la medida de nuestro amor de Dios durante la eternidad.

¿Queremos tener la certeza de no separarnos de este soberano Bien en la vida presente? Estrechémosle cada vez más por los vínculos de nuestro amor, diciéndole con la esposa del Cantar de los cantares: "Encontré al amor de mi alma: lo abracé y no lo solté"(3,4). ¿Cómo ha apresado la esposa sagrada a su amado? "Con el brazo de la caridad", responde Guillermo...; "es con el brazo de la caridad con lo que se apresa a Dios", afirma san Ambrosio.

Dichoso aquel que podrá escribir con San Pablo: «Que los ricos posean sus riquezas, que los reyes posean sus reinos: pero para nosotros, ¡nuestra gloria, nuestra riqueza y nuestro reino, es Cristo!».

Y con san Ignacio: «Dame sólo tu amor y tu gracia, eso me basta». Haz que te ame y que yo sea amado por Ti; no deseo ni desearé otra cosa.






COMENTARIO

SANTA TERESA DE JESÚS (1515-1582), FUNDADORA DEL CARMELO DESCALZO, MÍSTICA, DOCTORA DE LA IGLESIA. MORADAS QUINTAS, 3.

«EL GRAN MANDAMIENTO»

Dios pide de nosotros dos cosas: amor de su Majestad y del prójimo; es en lo que hemos de trabajar. Guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y ansí estaremos unidos a El. Más ¡qué lejos estamos de hacer como debemos a tan gran
Dios estas dos cosas, como tengo dicho! Plega a su Majestad nos dé gracia para que merezcamos llegar a este estado, que en nuestra mano está si queremos.

La más cierta señal que -a mi parecer- hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos, más el amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que mientras más en éste os vierades aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande el que su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo hará que crezca el que tenemos a su Majestad por mil maneras; en esto yo no puedo dudar. Impórtanos mucho andar con gran advertencia cómo andamos en esto, que si es con mucha perfección, todo lo tenemos hecho; porque creo yo que, según es malo nuestro natural, que si no es naciendo de raíz del amor de Dios, que no llegaremos a tener con perfección el del prójimo.