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25 de diciembre de 2014


Lecturas y Evangelio del Día

SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
MISA DE MEDIA NOCHE

PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías: 9, 1-3. 5-6
Un hijo se nos ha dado.
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció.
Engrandeciste a tu pueblo e hiciste grande su alegría. Se gozan en tu presencia como gozan al cosechar, como se alegran al repartirse el botín. Porque tú quebrantaste su pesado yugo, la barra que oprimía sus hombros y el cetro de su tirano, como en el día de Madián.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el signo del imperio y su nombre será: "Consejero admirable", "Dios poderoso", "Padre sempiterno", "Príncipe de la paz"; para extender el principado con una paz sin límites sobre el trono de David y sobre su reino; para establecerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y para siempre. El celo del Señor lo realizará.
Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 95
R/. Hoy nos ha nacido el Salvador.

Cantemos al Señor un canto nuevo,
que le cante al Señor toda la tierra;
cantemos al Señor y bendigámoslo. R/.

Proclamemos su amor día tras día,
su grandeza anunciemos a los pueblos;
de nación en nación, sus maravillas. R/.

Alégrense los cielos y la tierra,
retumbe el mar y el mundo submarino.
Salten de gozo el campo y cuanto encierra,
manifiesten los bosques regocijo. R/.

Regocíjese todo ante el Señor,
porque ya viene a gobernar el orbe.
Justicia y rectitud serán las normas
con las que rija a todas las naciones. R/.


SEGUNDA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a Tito: 2, 11-14
La gracia de Dios se ha manifestado a todos los hombres.
Querido hermano: La gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y Salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza. Él se entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de convertirnos en pueblo suyo, fervorosamente entregado a practicar el bien. Palabra de Dios.

EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 1-14
Hoy nos ha nacido el Salvador.
Por aquellos días, se promulgó un edicto de César Augusto, que ordenaba un censo de todo el imperio. Este primer censo se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a empadronarse, cada uno en su propia ciudad; así es que también José, perteneciente a la casa y familia de David, se dirigió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, llamada Belén, para empadronarse, juntamente con María, su esposa, que estaba encinta.
Mientras estaban ahí, le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, vigilando por turno sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció y la gloria de Dios los envolvió con su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo:
No teman. Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre.
De pronto se le unió al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!".
Palabra del Señor.



COMENTARIO

BEATO TOMÁS DE CELANO (C.1190 - C. 1260), BIÓGRAFO DE SAN FRANCISCO Y DE SANTA CLARA, VITA PRIMA DE SAN FRANCISCO, § 84-86

SAN FRANCISCO ANTE EL PRIMER PESEBRE DE NAVIDAD

Unos quince días antes de Navidad, Francisco dijo: “Quiero evocar el recuerdo del Niño nacido en Belén y de todas las penurias que tuvo que soportar desde su infancia. Lo quiero ver con mis propios ojos, tal como era, acostado en un pesebre y durmiendo sobre heno, entre el buey y la mula...”

Llegó el día de alegría... Convocaron a los hermanos de varios conventos de los alrededores. Con ánimo festivo la gente del país, hombres y mujeres, prepararon, cada cual según sus posibilidades, antorchas y cirios para iluminar esta noche que vería levantarse la Estrella fulgurante que ilumina a todos los tiempos. En llegando, el santo vio que todo estaba preparado y se llenó de alegría. Se había dispuesto un pesebre con heno; había un buey y una mula. La simplicidad dominaba todo, la pobreza triunfaba en el ambiente, toda una lección de humildad. Greccio se había convertido en un nuevo Belén. La noche se hizo clara como el día y deliciosa tanto para los animales como para los hombres. La gente acudía y se llenaba de gozo al ver renovarse el misterio. Los bosques saltaban de gozo, las montañas enviaban el eco. Los hermanos cantaban las alabanzas al Señor y toda la noche transcurría en una gran alegría. El santo pasó la noche de pie ante el pesebre, sobrecogido de compasión, transido de un gozo inefable. Al final, se celebró la misa con el pesebre como altar y el sacerdote quedó embargado de una devoción jamás experimentado antes.

Francisco se revistió de la dalmática, ya que era diácono, y cantó el evangelio con voz sonora...Luego predicó al pueblo y encontró palabras dulces como la miel para hablar del nacimiento del pobre Rey y de la pequeña villa de Belén.





COMENTARIO

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO (1696-1787), OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA. PALABRAS PARA LA NOVENA DE NAVIDAD, Nº 10

«OS ANUNCIO UNA BUENA NOTICIA, UN GRAN GOZO PARA TODO EL PUEBLO»

«Os anuncio una gran alegría.» Estas son las palabras que dijo el ángel a los pastores de Belén. Os las repito hoy a vosotros, almas fieles: os traigo una noticia que os causará una gran alegría. ¿Puede haber, para unos pobres exiliados, condenados a muerte, una noticia más dichosa que la de la aparición de su Salvador, que ha venido no tan sólo para librarles de la muerte, sino para que puedan retornar a su patria? Esto es lo que vengo a anunciaros: «Os ha nacido un Salvador»...

Cuando un monarca hace su primera entrada en una ciudad de su reino, se le tributan los más grandes honores: ¡cuánta decoración, cuántos arcos triunfales! Prepárate, pues, dichosa villa de Belén, a recibir dignamente a tu Rey... Has de saber, dice el profeta (Mi 5,1), que entre todas las ciudades de la tierra tú eres la más favorecida puesto que el Rey del cielo te ha escogido a ti como lugar de su nacimiento aquí en la tierra, a fin de reinar, seguidamente, no sólo en Judea, sino en los corazones de los hombres de todo lugar... ¡Qué habrán dicho los ángeles viendo a la Madre de Dios entrar en una gruta para, allí, dar a luz al Rey de reyes! Los hijos de los príncipes vienen al mundo en habitaciones resplandecientes de oro...; y quedan rodeados por los más altos dignatarios del reino. El Rey del cielo, quiere nacer en un establo frío y sin lumbre; para cubrirse no tiene más que unos pobres jirones de ropa; para descansar sus miembros sólo un miserable pesebre con un poco de paja...

¡Ah! Reflexionar sobre el nacimiento de Jesucristo y las circunstancias que le acompañaron, debería abrasarnos en amor; y pronunciar las palabras gruta, pesebre, paja, leche, vagidos, poniendo delante nuestros ojos al Niño de Belén, deberían ser para nosotros otras tantas flechas encendidas hiriendo enteramente de amor nuestros corazones. ¡Dichosa gruta, pesebre, paja! Pero mucho más dichosas la almas que aman con fervor y ternura a este Señor tan digno de amor y que ardiendo en caridad, le reciben en la santa comunión. ¡Con qué arrebato, con qué gozo viene Jesús a descansar en el alma que le ama verdaderamente!