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21 de noviembre de 2014


Lecturas y Evangelio del Día

VIERNES DE LA SEMANA 33 DEL TIEMPO ORDINARIO

FERIA

PRIMERA LECTURA

Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 10, 8-11

Tomé el librito y me lo comí.

Yo, Juan, oí de nuevo la voz que ya me había hablado desde el cielo, y que me decía: "Ve a tomar el librito abierto, que tiene en la mano el ángel que está de pie sobre el mar y la tierra".
Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. Él me dijo: "Tómalo y cómetelo. En la boca te sabrá tan dulce como la miel, pero te amargará las entrañas".
Tomé el librito de la mano del ángel y me lo comí. En la boca me supo tan dulce como la miel; pero al tragarlo, sentí amargura en las entrañas. Entonces la voz me dijo: "Tienes que volver a anunciar lo que Dios dice acerca de muchos pueblos, naciones y reyes".

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 118

R/. Mi alegría es cumplir tus mandamientos.

Más me gozo cumpliendo tus preceptos
que teniendo riquezas.
Tus mandamientos, Señor, son mi alegría,
ellos son también mis consejeros. R/.

Para mí valen más tus enseñanzas
que miles de monedas de oro y plata.
¡Qué dulces al paladar son tus promesas!
Más que la miel en la boca. R/.

Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón.
Hondamente suspiro, Señor,
por guardar tus mandamientos. R/.


EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Lucas: 19, 45-48

Ustedes han convertido la casa de Dios en cueva de ladrones.

Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles: "Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones".
Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo, intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.

Palabra del Señor.




COMENTARIO

SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA (?- HACIA 110), OBISPO Y MÁRTIR. CARTA A LOS EFESIOS, 3-4, 9

«ESCRITO ESTÁ: 'MI CASA ES CASA DE ORACIÓN'»

Os exhorto a caminar según el pensamiento de Dios. Porque Jesucristo, principio indefectible de nuestra vida, es el pensamiento del Padre. Igualmente los obispos, establecidos hasta los extremos de la tierra, forman parte del pensamiento de Jesucristo. Es conveniente, pues, seguir el pensamiento de vuestro obispo. Por otra parte, es lo que ya hacéis. El conjunto de vuestros presbíteros, verdaderamente dignos de Dios, está unido al obispo como las cuerdas los están a la cítara. Así, todos vuestros sentimientos acordes y vuestra caridad en armonía, cantáis a Jesucristo. Que cada uno de vosotros llegue a ser un miembro de vuestro coro para que, viviendo acordes y en armonía y con el tono de Dios, cantéis unidos con una sola voz la alabanzas del Padre, por Jesucristo...

Vosotros sois las piedras del templo del Padre, talladas para el edificio que construye Dios Padre, elevados hasta la cumbre por el instrumento de Jesucristo, que es su cruz, sirviéndoos del Espíritu Santo como cable. Vuestra fe os hace subir a lo alto, y la caridad es el camino que os eleva hasta Dios. Todos vosotros sois compañeros de camino, portadores de Dios y de su templo, portadores de Cristo, llevando los objetos sagrados, adornados totalmente con los preceptos de Jesucristo. Me alegro con vosotros...; me regocijo con vosotros que, viviendo una vida nueva, no amáis más que a Dios solo.






SAN AGUSTÍN (354-430), OBISPO DE HIPONA (ÁFRICA DEL NORTE) Y DOCTOR DE LA IGLESIA. SERMÓN SOBRE EL SALMO 130, § 3

«EL PUEBLO ENTERO ESTABA PENDIENTE DE SUS LABIOS»

Oramos en el templo de Dios cuando oramos en la paz de la Iglesia, en la unidad del Cuerpo de Cristo, porque el Cuerpo de Cristo está constituido por la multitud de creyentes repartidos por toda la tierra... Para ser escuchado es en este templo que se debe orar «en espíritu y en verdad» (Jn 4,23), y no en el Templo material de Jerusalén. Éste no era más que la «sombra de lo venidero» (Col 2,17), por eso quedó hecho una ruina... Este templo que cayó no podía ser la casa de oración de la que se había dicho: «Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos» (Mc 11,17; Is 56,7).

¿Es que, en realidad, los que quisieron hacer de ella «una cueva de bandidos» fueron la causa de su caída? De la misma manera que los que en la Iglesia llevan una vida desordenada, los que, tanto como pueden, buscan hacer de la casa de Dios una cueva de bandidos, éstos no van a derrumbar ese templo. Tiempo vendrá en que serán echados fuera con el látigo de sus pecados. Esta asamblea de fieles, templo de Dios y Cuerpo de Cristo, no tiene sino una sola voz y canta como un solo hombre... Si queremos, esta voz es la nuestra; si queremos, al oír cantar, cantamos también en nuestro corazón.