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2 de diciembre de 2014


Lecturas y Evangelio del Día

MARTES DE LA SEMANA 1 DEL TIEMPO ADVIENTO

FERIA

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías: 11, 1-10

El espíritu del Señor se posará sobre él.

En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios.
No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre; herirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios matará al impío. Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura.
Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará. La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas. El león comerá paja con el buey.
El niño jugará sobre el agujero de la víbora; la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo, porque así como las aguas colman el mar, así está lleno el país de la ciencia del Señor.
Aquel día la raíz de Jesé se alzará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones y será gloriosa su morada.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 71

R/. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.

Comunica, Señor, al rey tu juicio,
y tu justicia al que es hijo de reyes;
así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres
y regirá a tu pueblo justamente. R/.

Florecerá en sus días la justicia
y reinará la paz, era tras era.
De mar a mar se extenderá su reino
y de un extremo al otro de la tierra. R/.

Al débil librará del poderoso
y ayudará al que se encuentra sin amparo;
se apiadará del desvalido y pobre
y salvará la vida al desdichado. R/.

Que bendigan al Señor eternamente,
y tanto como el sol, viva su nombre.
Que Él sea la bendición del mundo entero
y lo aclamen dichoso las naciones. R/.


EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Lucas: 10, 21-24

Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo.

En aquella misma hora Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: "¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron".

Palabra del Señor.




COMENTARIO

PAPA FRANCISCO. ENCÍCLICA “LUMEN FIDEI”, §15 (TRAD. © LIBRERIA EDITRICE VATICANA)

“MUCHOS PROFETAS Y REYES HAN QUERIDO VER LO QUE VOSOTROS VEIS”

La plenitud de la fe cristiana: “Abrahán […] saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría” (Jn 8,56). Según estas palabras de Jesús, la fe de Abrahán estaba orientada ya a él; en cierto sentido, era una visión anticipada de su misterio. Así lo entiende san Agustín, al afirmar que los patriarcas se salvaron por la fe, pero no la fe en el Cristo ya venido, sino la fe en el Cristo que había de venir, una fe en tensión hacia el acontecimiento futuro de Jesús.

La fe cristiana está centrada en Cristo, es confesar que Jesús es el Señor, y Dios lo ha resucitado de entre los muertos (cf. Rm 10,9). Todas las líneas del Antiguo Testamento convergen en Cristo; él es el “sí” definitivo a todas las promesas, el fundamento de nuestro “amén” último a Dios (cf. 2 Co 1,20). La historia de Jesús es la manifestación plena de la fiabilidad de Dios. Si Israel recordaba las grandes muestras de amor de Dios, que constituían el centro de su confesión y abrían la mirada de su fe, ahora la vida de Jesús se presenta como la intervención definitiva de Dios, la manifestación suprema de su amor por nosotros.

La Palabra que Dios nos dirige en Jesús no es una más entre otras, sino su Palabra eterna (cf. Hb 1,1-2). No hay garantía más grande que Dios nos pueda dar para asegurarnos su amor, como recuerda san Pablo (cf. Rm 8,31-39). La fe cristiana es, por tanto, fe en el Amor pleno, en su poder eficaz, en su capacidad de transformar el mundo e iluminar el tiempo. “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4,16). La fe reconoce el amor de Dios manifestado en Jesús como el fundamento sobre el que se asienta la realidad y su destino último.






SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO (1696-1787), OBISPO, FUNDADOR DE LOS REDENTORITAS, DOCTOR DE LA IGLESIA. TERCERA MEDITACIÓN PARA LA NOVENA DE NAVIDAD.

“MUCHOS PROFETAS Y REYES QUISIERON VER LO QUE VOSOTROS VEIS AHORA”

Consideremos que después de tantos siglos, tantos deseos y oraciones, el Mesías, al que ni los patriarcas ni los profetas vieron, "el Deseado de las naciones" (Ag 2,7 Vulg), el Deseo de las colinas eternas, nuestro Salvador, vino por fin: "nació, se nos dio por entero" (Is 9,5).
El Hijo de Dios se hizo pequeño para darnos su grandeza; se nos entregó, con el fin de que nosotros nos entregáramos a él; vino a demostrarnos su amor, con el fin de que respondamos al suyo con el nuestro. Acojámoslo pues con afecto, amémoslo, recurramos a él en todas nuestras necesidades...
Jesús vino bajo la apariencia de un niño, para mostrarnos su gran deseo de colmarnos de sus bienes. Entonces "en él están encerrados todos los tesoros" (Col. 2,3); su Padre celeste "lo ha puesto todo en sus manos" (Jn 3,35; 13,3). ¿Deseamos la luz? Ha venido a alumbrarnos. ¿Deseamos más fortaleza, para resistir a nuestros enemigos? Vino a fortalecernos. ¿Deseamos el perdón y la salvación? Vino a perdonarnos y salvarnos. ¿Deseamos en fin el don supremo, el don del amor divino? Ha venido a abrasar nuestros corazones. Por todo esto se hizo niño: quiso mostrársenos en un estado muy pobre y muy humilde, para desterrar de nosotros todo temor y ganar mejor nuestro afecto...
Todos los niños provocan el afecto de quien les ve; entonces ¿quién no amará con gran ternura a un Dios hecho niño, alimentado con un poco de leche, tiritando de frío, pobre, despreciado, abandonado, lloroso y gimiente en un pesebre, sobre paja? Este espectáculo empujaba a san Francisco a exclamar: "¡Amemos al Niño de
Belén!" Venid, cristianos, venid a adorar a un Dios hecho niño, que se ha hecho pobre por nosotros, un Dios todo amor, bajado del cielo para dársenos por entero.