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15 de noviembre de 2014


Lecturas y Evangelio del Día

SÁBADO DE LA SEMANA 32 DEL TIEMPO ORDINARIO

FERIA

PRIMERA LECTURA

De la tercera carta del apóstol san Juan: 5-8

Debemos ayudar a los hermanos, para que seamos colaboradores en la difusión de la verdad.

Querido hermano: En todo lo que has hecho por los hermanos, y eso que son forasteros, te has portado como verdadero cristiano. Ellos han elogiado públicamente ante esta comunidad el amor con que los has tratado.
Harás bien en ayudarlos de una manera agradable a Dios con lo que necesitan para su viaje, pues ellos se han puesto en camino por Cristo, sin aceptar nada de los paganos. Debemos, pues, ayudar a esos hermanos nuestros, para que seamos colaboradores en la difusión de la verdad.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 111

R/. Dichosos los que temen al Señor.

Dichosos los que temen al Señor
y aman de corazón sus mandamientos;
poderosos serán sus descendientes.
Dios bendice a los hijos de los buenos. R/.

Fortuna y bienestar habrá en su casa;
siempre obrarán conforme a la justicia.
Quien es justo, clemente y compasivo,
como una luz en las tinieblas brilla. R/.

Quienes, compadecidos, prestan
y llevan su negocio honradamente
jamás se desviarán;
vivirá su recuerdo para siempre. R/.


EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Lucas: 18, 1-8

Dios hará justicia a sus elegidos que claman a Él.

En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:
En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: `Hazme justicia contra mi adversario'. 
Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: 'Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando' .
Dicho esto, Jesús comentó: "Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?".

Palabra del Señor.




COMENTARIO

SAN AGUSTÍN (354-430), OBISPO DE HIPONA (ÁFRICA DEL NORTE) Y DOCTOR DE LA IGLESIA. SERMÓN 115, 1; PL 38, 655

«CUANDO VENGA EL HIJO DEL HOMBRE ¿ENCONTRARÁ ESTA FE EN LA TIERRA?»

¿Hay un medio más eficaz para animarnos a la oración que la parábola del juez injusto que nos ha contado el Señor? Evidentemente que el juez injusto no temía al Señor ni respetaba a los hombres. No experimentaba ninguna compasión por la viuda que recurrió a él y, sin embargo, vencido por el hastío, acabó escuchándola. Si él escuchó a esta mujer que le importunaba con sus ruegos, ¿cómo no vamos a ser escuchados nosotros por Aquel que nos invita a presentarle nuestras súplicas? Es por esto que el Señor nos ha propuesto esta comparación sacada de dos contrarios para hacernos comprender que «es necesario orar sin desanimarse». Después añade: «Pero cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Si desaparece la fe, se extingue la oración. En efecto ¿quién podría orar para pedir lo que no cree? Mirad lo que dice el apóstol Pablo para exhortar a la oración: «Todos los que invocarán el nombre del Señor serán salvados». Después para hacernos ver que la fe es la fuente de la oración y que el riachuelo no puede correr si la fuente esta seca, añade: «¿Cómo van a invocar al Señor si no creen en él?» (Rm 10,13-14).

Creamos, pues, para poder orar y oremos para que la fe, que es el principio de la oración, no nos falte. La fe difunde la oración, y la oración, al difundirse obtiene, a su vez, la firmeza de la fe.






BEATA TERESA DE CALCUTA (1910-1997), FUNDADORA DE LAS HERMANAS MISIONERAS DE LA CARIDAD. EL AMOR MÁS GRANDE, CAP. 1

“ORAR SIEMPRE”

Sólo mediante la oración mental y la lectura espiritual podemos cultivar el don de la oración. La simplicidad favorece enormemente la oración mental, es decir, olvidarse de sí misma trascendiendo el cuerpo y los sentidos y haciendo frecuentes aspiraciones que alimentan nuestra oración. San Juan Vianney dice: “Para practicar la oración mental cierra los ojos, cierra la boca y abre el corazón.” En la oración vocal hablamos a Dios; en la oración mental Él nos habla a nosotros; se derrama sobre nosotros.

Nuestras oraciones deberían ser palabras ardientes que provinieran del horno de un corazón lleno de amor. En tus oraciones habla a Dios con gran reverencia y confianza. No te quedes remoloneando, no corras por delante; no grites ni guardes silencio, ofrécele tu alabanza con toda el alma y todo el corazón, con devoción, con mucha dulzura, con natural simplicidad y sin afectación.

Por una vez permitamos que el amor de Dios tome absoluta y total posesión de nuestro corazón; permitámosle que se convierta en nuestro corazón, como una segunda naturaleza; que nuestro corazón no permita la entrada a nada contrario, que se interese constantemente por aumentar su amor a Dios, tratando de complacerlo en todas las cosas sin negarle nada; que acepte de su mano todo lo que le ocurra; que tenga la firme determinación de no cometer jamás una falta deliberadamente y a sabiendas, y que si alguna vez la comete, sea humilde y vuelva a levantarse inmediatamente. Un corazón así orará sin cesar.