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10 de noviembre de 2014


Lecturas y Evangelio del Día

LUNES DE LA SEMANA 32 DEL TIEMPO ORDINARIO

FERIA

PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol san Pablo a Tito: 1, 1-9

Establece presbíteros en cada ciudad, como te lo ordené.

Yo, Pablo, soy servidor de Dios y apóstol de Jesucristo, para conducir a los elegidos de Dios a la fe y al pleno conocimiento de la verdadera religión, que se apoya en la esperanza de la vida eterna. Dios, que no miente, había prometido esta vida desde tiempos remotos, y al llegar el momento oportuno, ha cumplido su palabra por medio de la predicación que se me encomendó por mandato de Dios, nuestro Salvador.
Querido Tito, mi verdadero hijo en la fe que compartimos: te deseo la gracia y la paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Salvador. El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como te lo ordené. Han de ser irreprochables, casados una sola vez; y sus hijos han de ser creyentes y no acusados de mala conducta o de rebeldía.
Por su parte, el obispo, como administrador de Dios, debe ser irreprochable; no debe ser arrogante, ni iracundo, ni bebedor, ni violento, ni dado a negocios sucios. Al contrario, debe ser hospitalario, amable, sensato, justo, piadoso, dueño de sí mismo, fielmente apegado a la fe enseñada, para que sea capaz de predicar una doctrina sana y de refutar a los adversarios.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 23

R/. Haz, Señor, que te busquemos.

Del Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el orbe todo y los que en él habitan,
pues Él lo edificó sobre los mares,
él fue quien lo asentó sobre los ríos. R/.

¿Quién subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién podrá entrar en su recinto santo?
El de corazón limpio y manos puras
y que no jura en falso. R/.

Ése obtendrá la bendición de Dios,
y Dios, su salvador, le hará justicia.
Ésta es la clase de hombres que te buscan
y vienen ante ti, Dios de Jacob. R/.


EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Lucas: 17, 1-6

Si tu hermano te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No es posible evitar que existan ocasiones de pecado, pero ¡ay de aquel que las provoca! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla. Tengan, pues, cuidado.
Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo".
Los apóstoles dijeron entonces al Señor: "Auméntanos la fe". El Señor les contestó: "Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', y los obedecería".

Palabra del Señor.




COMENTARIO

JUAN PABLO II, CARTA APOSTÓLICA DILECTI AMICI, A LOS JÓVENES, 31-03-1985

¡PALABRAS SEVERAS!

Os escribo todo esto para expresar la viva preocupación que siento por vosotros. Si, en efecto, debéis estar «siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere», entonces todo lo que amenaza esta esperanza debe suscitar preocupación. Y a todos aquellos que con tentaciones o ilusiones de signo vario intentan destruir vuestra juventud, no puedo menos de recordar las palabras de Cristo cuando habla del escándalo y de aquellos que lo provocan: «Ay de aquél por quien vengan los escándalos. Mejor fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojaran al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños» (Lc 17, 1s).

¡Palabras severas! Particularmente graves en la boca de aquel que vino a reveler el amor. Pero quien lee atentamente estas palabras del Evangelio, debe sentir cuán profunda es la antítesis entre el bien y el mal, entre la juventud y el pecado. Él debe darse cuenta de modo aún más claro de la importancia que tiene a los ojos de Cristo la juventud de cada uno y de cada una de vosotros. Ha sido precisamente el amor por los jóvenes el que ha dictado estas severas y graves palabras. Ellas contienen como un eco lejano del coloquio evangélico de Cristo con el joven al cual la presente Carta se refiere constantemente.






CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (NUMS 2284-2287).

EL RESPETO DEL ALMA DEL PRÓJIMO: EL ESCÁNDALO

El escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a otro a hacer el mal. El que escandaliza se convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la virtud y el derecho; puede ocasionar a su hermano la muerte espiritual. El escándalo constituye una falta grave si, por acción u omisión, arrastra deliberadamente a otro a una falta grave.

El escándalo adquiere una gravedad particular según la autoridad de quienes lo causan o la debilidad de quienes lo padecen. Inspiró a nuestro Señor esta maldición: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar” (Mt 18, 6; cf 1 Co 8, 10-13). El escándalo es grave cuando es causado por quienes, por naturaleza o por función, están obligados a enseñar y educar a otros. Jesús, en efecto, lo reprocha a los escribas y fariseos: los compara a lobos disfrazados de corderos (cf Mt 7, 15).

El escándalo puede ser provocado por la ley o por las instituciones, por la moda o por la opinión. Así se hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras sociales que llevan a la degradación de las costumbres y a la corrupción de la vida religiosa, o a “condiciones sociales que, voluntaria o involuntariamente, hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana conforme a los mandamientos del Sumo legislador” (Pío XII, Mensaje radiofónico, 1 junio 1941). Lo mismo ha de decirse de los empresarios que imponen procedimientos que incitan al fraude, de los educadores que “exasperan” a sus alumnos (cf Ef 6, 4; Col 3, 21), o de los que, manipulando la opinión pública, la desvían de los valores morales.

El que usa los poderes de que dispone en condiciones que arrastren a hacer el mal se hace culpable de escándalo y responsable del mal que directa o indirectamente ha favorecido. “Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen!” (Lc 17, 1).