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2 de agosto de 2016


Lecturas y Evangelio del Día

SÁBADO DE LA SEMANA 17 DEL TIEMPO ORDINARIO

FERIA

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Jeremías: 26, 11-16. 24

Es cierto que el Señor me ha enviado a ustedes para predicarles todas estas cosas.

En aquellos días, los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y al pueblo: "Ese hombre, Jeremías, merece la muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como ustedes mismos lo han oído".
Pero Jeremías les dijo a los jefes y al pueblo: "El Señor me ha enviado a profetizar todo lo que han oído contra este templo y esta ciudad. Pues bien, corrijan su conducta y sus obras, escuchen la voz del Señor, su Dios, y el Señor se retractará de la amenaza que ha pronunciado contra ustedes. Por mi parte, yo estoy en manos de ustedes: hagan de mí lo que les parezca justo y conveniente. Pero sépanlo bien: si me matan, ustedes, la ciudad y sus habitantes serán responsables de la muerte de un inocente, porque es cierto que el Señor me ha enviado a ustedes para anunciarles todas estas cosas".
Los jefes y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: "Este hombre no merece sentencia de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios".
Entonces Ajicam, hijo de Safán, defendió a Jeremías, para que no fuera entregado en manos del pueblo y lo mataran.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 68

R/. Defiéndeme y ayúdame, Dios mío.

Sácame de este cieno,
no vaya a ser que me hunda;
ponme a salvo, Señor, de los que me odian
y de estas aguas tan profundas. R/.

No dejes que me arrastre la corriente
y que me trague el remolino;
no dejes que se cierre sobre mí
la boca del abismo. R/.

Mírame enfermo y afligido;
defiéndeme y ayúdame, Dios mío.
En mi cantar exaltaré tu nombre,
proclamaré tu gloria, agradecido. R/.

Se alegrarán al verlo los que sufren;
quienes buscan a Dios tendrán más ánimo,
porque el Señor jamás desoye al pobre,
ni olvida al que se encuentra encadenado. R/.


EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Mateo: 14, 1-12

Herodes mandó degollar a Juan. Los discípulos de Juan fueron a avisarle a Jesús.

En aquel tiempo, el rey Herodes oyó lo que contaban de Jesús y les dijo a sus cortesanos: "Es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en Él fuerzas milagrosas".
Herodes había apresado a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, pues Juan le decía a Herodes que no le estaba permitido tenerla por mujer. Y aunque quería quitarle la vida, le tenía miedo a la gente, porque creían que Juan era un profeta.
Pero llegó el cumpleaños de Herodes, y la hija de Herodías bailó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que le pidiera. Ella, aconsejada por su madre, le dijo: "Dame, sobre esta bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por no quedar mal con los invitados, ordenó que se la dieran; y entonces mandó degollar a Juan en la cárcel. Trajeron, pues, la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre.
Después vinieron los discípulos de Juan, recogieron el cuerpo, lo sepultaron, y luego fueron a avisarle a Jesús.

Palabra del Señor.




COMENTARIO

HERODES MANDÓ DEGOLLAR A JUAN. LOS DISCÍPULOS DE JUAN FUERON A AVISARLE A JESÚS.




Después de contar cómo rechazaron a Jesús sus paisanos, inserta el evangelista el relato del martirio de Juan el Bautista, tomando como motivo la reacción de Herodes Antipas al oír hablar de Jesús y de sus obras (vv. 1 ss). Herodes, a quien los romanos le habían reconocido la jurisdicción sobre Galilea y Perea, había decretado el arresto y la posterior decapitación del Bautista a causa de la fuerte denuncia por parte de este último del pecado del tetrarca. Este había repudiado a su consorte y tomado como mujer a la esposa de su hermano (vv. 3-5). La intransigente llamada del Bautista a la observancia de la ley moral se había vuelto insoportable para la pareja adúltera. Si bien la voluntad homicida de Herodes estaba frenada por el temor de una sublevación popular —y, añade el evangelista Marcos, por cierta estima que el tetrarca alimentaba por el Bautista (cf. Me 6,20) —, no ocurría lo mismo con Heroidas. Por eso, cuando Herodes le juró a la hija de ésta darle lo que le pidiera, Heroidas consiguió que le entregara la cabeza de Juan (vv. 6-1 1). La muerte del Bautista, cuya noticia llevaron a Jesús los discípulos de aquél (v. 12), es el último eslabón de una cadena de acontecimientos a través de los cuales ha llevado Juan a término su propia misión de precursor Jesús comprende que está llamado a recorrer el mismo camino.

En los discursos de despedida que siguieron a la Última Cena, Jesús declaró: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Jesús es la verdad desconocida y combatida por los que se dejan instigar por aquel que es “mentiroso y padre de la mentira” (J n 8,44). Ahora bien, el que sigue a éste no llega a la vida, sino a la muerte. Sin embargo, tiene tantos seguidores porque en este mundo el éxito de la elección, parece producir un electo contrario: los testigos de la verdad son aplastados, hechos callar; muertos en los lager (campos de concentración) de ayer y de hoy. Es una constante de la historia que estallan persecuciones allí donde hay alguien que dice de modo claro y comprensible, con su vida y con sus palabras, la verdad de Dios. La verdad es incómoda, del mismo modo que es incómodo el amor, porque implica la renuncia a nuestros propios intereses egoístas y pide la apertura al otro.

La Palabra del Señor, una vez más, nos sirve de espejo. ¿En qué rostro nos reconocemos? ¿En el de Jeremías y en el de Juan el Bautista? ¿O en el de los sacerdotes y en el de los profetas corruptos, o en los de Herodes y Heroidas?... Escuchemos, hoy la voz del Señor, que es la voz de la verdad.